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Kill Bill Vol. 2. La visión de lo humano en Tarantino

Publicado: 2005-08-27

Desde que vi la película Kill Bill Vol. 2 (Tarantino 2004) no he podido dejar de pensar en torno a si esta película permite captar algo nuevo de la vida, o, si se trata, simplemente, de lo mismo de siempre, de la reiteración de estereotipos. Es decir, me pregunto en qué medida hay arte en este film o si se trata sobre todo de entretenimiento puro.

Dado el gran prestigio del director Quentin Tarantino y la poca confianza que nuestras propias opiniones nos merecen, la inclinación natural es a pensar que se trata de un film que revela algo actual y profundo. Creo que este encogimiento ante la figura del divo consagrado es algo natural. Tarantino está encumbrado por todas las industrias culturales, mientras que uno no tiene otro respaldo que las propias dudas, la sensación de no estar convencido. En todo caso, creo que no debemos dejarnos deslumbrar por la estética del film, o, menos aún, enmudecer por la crítica tan positiva que ha recibido.

Es indudable que la película es entretenida. Rápidamente somos envueltos en su desarrollo y continuamente se nos recompensa con la aparición de lo sensacional e inesperado. Entonces, el ritmo del film no deja respirar. Una y otra vez, donde parecía ya imposible no caer en la repetición, el director nos sorprende con nuevos caminos que suponen manejar sabiamente la apuesta por un arrebatador crescendo de sangre y muerte.

No obstante, adelantando mi opinión, me parece que la narrativa del film no es veraz. El argumento es casi prescindible. Su función es legitimar como venganza justa lo que no es sino una orgía de violencia y muerte. La película es un espectáculo que entretiene apelando al suspenso y a una estética de la potencia desenfrenada. No expresa la complejidad de lo humano pues no se trata de seguir el curso de una existencia que se desarrolla tomando partido entre los dilemas que confronta. Entonces, otra vez, la narrativa del film es sobre todo un pretexto para mostrar alucinantes escenas de violencia, de la misma manera en que la historia en las películas porno es solo una narrativa mínima que permite hilvanar los encuentros sexuales que son el “plato de fondo” que atrae a los espectadores.

Pero el caso es que, a diferencia de las películas porno, en las películas de acción, necesitamos aún de una historia. Las escenas de acción no pueden mostrarse fuera de un relato que las pretende justificar. De otra manera su disimulada obscenidad quedaría evidenciada. Esta disimulación ya no interesa en el género porno que se mueve con bajos presupuestos y apunta a públicos restringidos. No obstante, tampoco es que estemos tan lejos, pues en Kill Bill Vol. 2 el argumento es inconsistente. Es la historia de una venganza que se pretende justa. Esta supuesta justicia autoriza al espectador a identificarse con la heroína y a disfrutar de la atractiva coreografía de la muerte en la que nuestra vengadora mata a decenas de personas.

El aspecto decisivo de esta inconsistencia está en la inverosimilitud del personaje que protagoniza el film, Beatriz. De un lado, ella es retratada como muy contenta con su vida. Aparece feliz y radiante en su papel de asesina profesional. Aún más, sometida al suero de la verdad, confiesa que el proyecto de una vida normal con un hombre normal la dejaría insatisfecha. Hasta aquí, todo claro. De otro lado, sin embargo, ella da un giro radical en su vida al enterarse de que va a ser madre. Entonces, ¿la asesina implacable convertida en madre devota? Esta metamorfosis resulta difícil de creer…

Se puede resumir el argumento del film de la siguiente manera. Había una vez un grupo de criminales contentos y bien pagados. Hacían su trabajo -asesinar gente- con alegría y eficiencia. Un día la mujer del jefe sale embarazada y decide dejar esa vida. Se oculta y pretende casarse para llevar una vida normal. No obstante, es descubierta por su jefe y amante, quien, en un arrebato de cólera, y en plena ceremonia matrimonial, mata al novio, a los asistentes y al mismo sacerdote. Pretende, incluso, asesinar a su excompañera. Pero lo cierto es que ella sobrevive, aunque permanece en coma por mucho tiempo. Incluso da a luz a una niña robusta y sana. Después de varios años, la mujer despierta y decide vengarse. Entonces, uno a uno, va matando a todos los miembros del grupo, a sus excolegas. Lo hace con gran pericia y mucha satisfacción. En algún momento se entera de que su hija está viva y que está siendo criada para ser como ella, una asesina. Finalmente, solo queda el jefe, a quien también mata. Entonces, recupera a su hija y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

En el film, la violencia es estetizada y naturalizada, entendida como la puesta en acción de una destructividad primordial que no tiene razón para refrenarse. Más aún cuando se trata de una venganza. En el mundo de esta película el ejercicio de la violencia se presenta como una actividad que comporta una gran realización personal. Bill, el jefe del grupo, es la expresión más depurada de esta sensibilidad.

Ahora bien, el film pretende convertir a Beatriz en alguien capaz de renunciar a una vida basada en la violencia gozosa. Pero esta pretensión no llega a ser convincente. Para empezar no es claro por qué Beatriz sale embarazada y por qué decide ser madre. En realidad, lleva una vida muy satisfactoria. Nada se interpone en el camino de esa violencia expresiva y excitante. Entonces, los hechos aparecen como casuales e inmotivados. El comportamiento de Beatriz, de retirarse del grupo cuando sabe de su embarazo, queda inexplicado, aparece como un arrebato sin razones. Tras ello, el personaje y la narración se convierten en opacos y forzados. El retiro de Beatriz representa un intento de alejarnos, artificialmente, de la premisa del film: los hombres y las mujeres -o al menos algunos de ellos- son o somos, asesinos por naturaleza.

Esta tesis es ciertamente repudiable, pues nos fuerza a ser condescendientes frente al actuar violento. En ese sentido, no es gratuito que no aparezca en la película la figura de la ley o el orden y, menos aún, la culpa. La vida feliz aparece como un dejarse llevar por una espontaneidad mortífera. Se trata, pues, de una imprudente publicidad a la causa de la violencia. Tanto más lamentable cuanto que el talento fílmico de Tarantino es, ciertamente, muy impresionante. Al final, la película deja como resonancia un desencanto excitado, una suerte de nihilismo apenado pero militante y radical. Algo así como: ¡qué pena que seamos tan destructivos!, pero en medio de todo ¡qué pasión! ¡qué belleza!

Bibliografía

TARANTINO, Quentin (director)

2004 Kill Bill Vol. 2 [película]. Estados Unidos.


Escrito por

Gonzalo Portocarrero

Profesor de la PUCP. Ha publicado recientemente el libro "Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso".


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