Tres aproximaciones a la poesía de Blanca Varela*
No hay recepción pasiva, toda lectura es una co-creación. El significado no es algo dado sino que resulta de la interacción entre el texto y el lector. Entonces la riqueza de un texto surge de la diversidad de lecturas que permite. Tampoco se trata de afirmar que todas las interpretaciones son iguales. Menos aún se justifica la presunción de haber elaborado la interpretación correcta, única.
Estas afirmaciones generales resultan especialmente pertinentes cuando se aborda la poesía de Blanca Varela. Es tanta su potencia expresiva que el lector o intérprete se queda con la sensación de no haber completado su tarea. En realidad, tratar de interpretar a Blanca Varela es una aventura desmesurada. Si me he atrevido a hacerlo es por lo estimulante que resulta. He dialogado con su poesía, especialmente con algunos poemas. Los he leído y releído, preguntado una y otra vez por los sentidos que allí se anidan. Las respuestas que me he dado son las que hilvano en este ensayo.
El poder expresivo de Blanca Varela se manifiesta en la recurrencia de lo imprevisible y revelador. Su voz poética está firmemente arraigada en su sensibilidad. Es este arraigo el que le permite subvertir el lenguaje de la expresión común. Salta entonces hacia lo desconocido, haciendo visible lo más recóndito. Y aparecen de súbito, destellantes, los distintos aspectos de la condición humana en toda su ambigüedad. Pero el cultivo del desenfado poco sería si no estuviera acompañado de una sorprendente imaginación verbal. Varela se sumerge en la experiencia pero es capaz de atrapar lo inefable porque no tiene miedo y porque encuentra las palabras para poner ante nuestros ojos imágenes jamás vistas pero por entero convincentes, aún cuando no las entendamos. Esa capacidad de sugerir y reverberar es lo que hace que su poesía cale tan hondo. Encontrar las palabras es explorar el lenguaje, desechar las conexiones que se van escuchando, no darse por satisfecho, seguir aguardando... hasta que de repente, y de donde no se sabe, la felicidad del hallazgo. La frase feliz que ha logrado atrapar la vivencia que roe esperando ser dicha.
El título de este ensayo, Aproximaciones… revela bien lo modesto de sus alcances. No se trata de un estudio sistemático, de una cartografía de la sensibilidad de la autora. Tampoco intento identificar la genealogía de su estilo. Aunque las huellas de lo místico, el surrealismo y el psicoanálisis me parecen muy visibles. En todo caso es claro que para Varela la revelación de sí es el camino de salvación. Y la escritura es lo que permite avanzar a tientas y sin garantías. La ilusión de capturar lo evanescente es la razón de toda la empresa.
Este ensayo es solo la crónica de una visita a la poesía de Blanca Varela. Mi conversación con sus textos continúa.
1. El (¿lúcido?) rechazo de la lucidez: Lady’s Journal
El nombre del poema Lady´s Journal (Varela 2005:43-44) condensa muchos significados. Ante todo una lady es una dama, una señora cómodamente identificada con las obligaciones que su notabilidad social conlleva. Pero la comodidad puede ser solo un semblante, pues mantener la respetabilidad y la elegancia suele implicar un estoicismo, un autocontrol que puede llegar hasta al sacrificio. Aunque tenga un trasfondo trágico, la figura de la lady viene a vitalizar un ideal femenino aristocrático, antes asociado -en la lengua castellana- al nombre de dama. No obstante, desde que este apelativo se usa para nombrar a todas las mujeres, ha perdido su capacidad de evocar esas cualidades. De otro lado, con la liberación de la mujer estas propiedades comienzan a dejar de ser percibidas como virtudes, pues se asocian con una indeseable postergación de sí. No obstante, entre los sectores sociales más identificados con la feminidad tradicional, la figura de la lady sigue fascinando por su (pretendida) elegancia y superioridad. Resulta comprensible entonces que Lady sea usado como nombre de pila. En efecto, al bautizar así a sus hijas, los padres están manifestando un deseo tradicionalista de distinción y exclusivismo. Desde las élites este deseo es calificado de huachafo, pues es leído como propio de una actitud arribista que define a quienes buscan mimetizarse con los de arriba sin realmente conocerlos, de manera que sus propósitos producen simulacros o huachafadas. A los arribistas se les escapa el buen gusto, pues llegan tarde y llegan mal. Exageran algo que ya pasó de moda. Esta visión desde el “buen gusto” de las élites no es desde luego la última palabra. En efecto, en la figura de la lady la imaginación popular proyecta una dimensión de poder femenino, una agencia que no está en el modelo original.
De otro lado journal es ante todo el diario escolar. El cuaderno donde las niñas apuntan sus deberes. Inspeccionado por padres y maestros, el journal es como la brújula que encamina la cotidianeidad del colegio. El lugar donde quedan inscritos, y susceptibles de ser fiscalizados, los deberes rutinarios de los niños. Pero journal es también el diario personal al cual el niño o la joven entregan sus secretos. Confidencias que, desde luego, son lo opuesto al deseo oficial. Es el lugar de los deseos transgresivos y las fantasías consoladoras.
El poema está construido como una enunciación de un yo a un tú. Ese yo apenas habla de sí, solo nos dice que está frente al tú, que lo observa desde su ventana. Mientras tanto, de ese tú sabemos que es una muchacha joven, madre reciente. Pero por lo demás ese tú solo existe a través de la manera como lo presenta el yo del poeta narrador. Y de manera similar ese yo solo existe a partir de su concepción de la otredad.
El otro es la-joven-atractiva-madre-reciente que si quiere ser feliz no debe despertar a su realidad sino permanecer en el sueño, pues es solo en la ilusión donde todo es como ella quiere, como el mundo le ha hecho creer.
El yo corresponde a una persona que ha vivido, que es capaz de representar la situación paradójica en la que se encuentra el otro. ¿Dónde está el mundo perfecto, dónde la felicidad? En el mundo perfecto la muchacha es joven y atractiva: “el ratón te contempla extasiado”. Además, la maternidad es enteramente gozosa, porque “…al lado del niño que se te parece… eres idéntica a la felicidad que jamás envejece”. Pero resulta que este mundo perfecto es en realidad un sueño del que ella, si quiere ser feliz, no debe despertar.
"quédate quieta
allí en ese paraíso
al lado del niño que se te parece
son las siete de la mañana
es la hora perfecta para comenzar
a soñar"
Ese mundo perfecto donde se entreteje el deseo masculino y la maternidad es el propio de una lady. Una mujer totalmente propia. Pero ese mundo feliz es para ella extraño pues está definido a partir del deseo o la presencia del otro. En realidad ella no está. Se hace presente a través de un uniforme que la cubre totalmente, de una fotografía con la debe identificarse.
"levántate muchacha
recoge tu pelo en la fotografía
descubre tu frente tu sonrisa
sonríe al lado del niño que se
te parece"
Levantarse al mundo del deber, cumplir las tareas del journal parece una gran cosa. Pero el yo del narrador sabe que apenas esa joven se despierte ese mundo prometido se desvanecerá. Ahora bien, ese mundo es prometido por la ideología patriarcal. La belleza juvenil y la maternidad: no puede haber nada mejor para una mujer. Pero el poema insinúa que la promesa es mentirosa, que no se sostiene, que es necesario seguir durmiendo para no darse cuenta.
"el café será eterno
y el sol eterno
si no te mueves
si no despiertas
si volteas la página
en tu pequeña cocina
frente a mi ventana"
En realidad este yo del poeta no deja salida. Mientras dormir (para siempre) es no vivir, despertar equivale a ser expulsada de ese mundo perfecto que pese a ser de fantasía es, sin embargo, la (ingenua) expectativa con que pretendemos vivir. Resulta que estamos encaminados al dolor.
El Lady’s Journal es un guión del drama humano. La muchacha-madre sufrirá estoicamente su infelicidad, pretendiendo, sin embargo, que todo está muy bien, pues ella hace todo lo que está en su journal. La única puerta que se abre es la ilusión. Vivir como soñando. Este es finalmente el consejo, la última página del Lady´s Journal.
Lady’s Journal
el ratón te contempla extasiado
la araña no se atreve a descender ni un
milímetro más a la tierra
el café es un espectro azul sobre
la hornilla
dispuesto a desaparecer para siempre
oh sí querida mía
son las siete de la mañana
levántate muchacha
recoge tu pelo en la fotografía
descubre tu frente tu sonrisa
sonríe al lado del niño que se
te parece
oh sí lo haces como puedes
y eres idéntica a la felicidad
que jamás envejece
quédate quieta
allí en ese paraíso
al lado del niño que se te parece
son las siete de la mañana
es la hora perfecta para comenzar
a soñar
el café será eterno
y el sol eterno
si no te mueves
si no despiertas
si volteas la página
en tu pequeña cocina
frente a mi ventana
2. La buena entonación o la distancia correcta: A media voz
I
La media voz es una modalidad expresiva que se sitúa más allá del silencio pero sin alcanzar la plenitud con que se anuncia lo claro y transparente. A media voz se dicen esos secretos que urgen, que no podemos mantener guardados. La media voz es el tono de la confidencia dirigida a ese otro que es nuestro amigo. En él confiamos, nos sabrá entender, no nos hará daño, al menos eso presumimos. La media voz es el tono de la intimidad y de la revelación. Hablar a media voz es desplegarse con la ayuda del otro. En el caso de este poema el otro es un lector a quien el yo poético convoca para hacerlo partícipe de algo trascendente.
En efecto, en A media voz (Varela 2005:54-55) se testimonia una experiencia de aproximación personal a lo que puede llamarse lo absoluto. En realidad, el poema deja en claro que solo se puede llegar a las inmediaciones de lo absoluto. A partir de sus huellas, sombras y restos, el yo poético se lo puede imaginar. Pero no más que eso. Acercarse más sería imposible y/o fatal. De cualquier forma, imposible o fatal, da lo mismo pues o bien no se llega a lo absoluto, o bien no se regresa de él. En ninguno de los casos es posible un hablar pleno sobre lo absoluto. Ahora bien ¿por qué buscar aproximarse a ello? El yo poético nos dice que se trata de una peregrinación única, terrible y riesgosa, cuyo propósito es fundamentar la posibilidad de una expresión veraz:
"todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte
casi en el fuego"
El acercamiento a lo absoluto es riesgoso pero necesario. Responde a la búsqueda de un equilibrio posible entre lo banal y lo trágico. Se trata de lograr una distancia justa. En efecto, para el yo poético permanecer lejos de lo absoluto, fuente última del sentido, equivaldría al ruidoso silencio de la trivialidad. A repetir los seguros estereotipos, a resignarse a no nombrar lo único. Pero, de otro lado, acercarse demasiado sería la muerte. Entonces se trata de lograr una distancia peligrosa pero vitalizante. En ese lugar se descubre que
"en el centro de todo
esta el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor"
El yo poético deja en claro que no se puede llegar al poema, que está en “el centro de todo”. Tratar de escribirlo nos comprometería en una búsqueda obsesiva de la perfección y de ella solo saldríamos o muertos o derrotados. Solo queda merodear la luz, husmear su esplendor.
II
En Trotsky y las orquídeas el filósofo norteamericano Richard Rorty argumenta contra el sacrificio de la vida en aras del culto a la trascendencia (Rorty 1998). La raíz de esta actitud se encuentra en Platón y su célebre mito de la caverna. Según Rorty, la idea de que vivimos en un mundo de sombras que son pálidos reflejos de las ideas luminosas que están fuera de nuestro encierro, ha lanzado a la humanidad a una enloquecida e inhumana búsqueda de perfección. Esta pasión por lo imposible sería lo que define al espíritu trágico. Luchando sin piedad contra sus propios límites, el hombre, seducido por el mito de lo perfecto se ha estrellado una y otra vez contra la misma pared. Rechazando su humanidad ha hecho su existencia miserable. El romanticismo es uno de los tantos rebrotes de Platón. Llama a trascender el límite, a apostar a perder, pero encontrando en ese juego donde se va la vida la consolación ética del deber cumplido. A la belleza del sacrificio Rorty opone la preservación de la vida en la aceptación de los límites que no podemos sobrepasar.
No obstante, en El político y el científico Max Weber escribe que “en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez” (Weber 1988). De allí que la voluntad utópica no pueda ser desechada como vocación de infelicidad. Entonces donde el sentido de realidad claudica en el pesimismo y la fatalidad, allí el sacrificio y la vehemencia abren nuevas puertas. La sombra de lo absoluto es pues fecunda y solo persiguiéndola podemos ser mejores. Desde luego que no conviene polarizar. La banalidad y la tragedia están en nuestras vidas y con esas sensaciones tenemos que urdir nuestra existencia.
III
Justamente en el poema se nos habla, “a media voz”, de la posibilidad de un equilibrio, de algo en el medio que no se puede alcanzar con facilidad. El primer paso es el declinar la vehemencia, aceptar el mundo. Es decir una actitud antirromántica si la hay:
"la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz"
Pero esta revaloración de la lentitud no corresponde a una pragmática aceptación de límites, a una desapasionada búsqueda de paz; se trata más bien de un dejarse ser para emprender un camino. Ese camino llevará al yo poético cerca de lo imposible, pues solo a su sombra la vida adquiere la intensidad que la acredita como valedera de todas las penas.
Son muchos los nombres de lo absoluto: perfección, imposible, muerte, amor, vacío, centro, Dios. El místico lo trata de alcanzar y cree haberlo hecho, pero regresa de su viaje sin palabras, anonadado. “Entreme por donde no supe/ quedeme no sabiendo/ toda ciencia trascendiendo” escribe San Juan de la Cruz (2009). El retorno es decepción y añoranza de regreso. Para el yo poético de A media voz, el absoluto es el poema perfecto, que “está en el centro de todo”. Una escritura que puede estar allí pero que como el Dios de Moisés no puede verse de frente. Solo cabe merodear su luz, husmear su esplendor. Decir a media voz. Pero eso ya es más que suficiente. Ese poema sería para Blanca Varela: “Muerte fluyente y olorosa. Gran oído de Dios. Poesía. Silenciosa algarabía del corazón” (Varela 2005:78).
Entonces, A media voz no se detiene en el trágico silencio de los místicos, condenados a esa polaridad éxtasis-nostalgia que los extravía del mundo. Pero tampoco en la banal complacencia de los hombres prácticos que viven en lo inmediato. La media voz es la más propia para expresar ese acercamiento posible a lo absoluto.
A media voz
la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
está el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte
casi en el fuego
3. Vislumbres de la tierra prometida: Canto villano
I
El adjetivo “villano” sirve para (des)calificar algo como grosero, impropio, rústico; no tamizado por las reglas de la urbanidad. Esta (des)calificación se hace desde una defensa de la moralidad y el buen gusto. El villano es figurado como alegre y torpe, sin conciencia moral, pues no está entre sus preocupaciones el quedar bien con los demás. El adjetivo señala que la vida en el campo, en comunidades muy pequeñas, produce una espontaneidad no educada, una sensualidad sin cultivo, de la que poco bueno puede esperarse. La expresión ha caído hoy en desuso pues esta conexión ha dejado de ser lo evidente que pareció. La ciudad está mucho más cuestionada. Pero este es ya otro tema. De otro lado, un canto es un decir afinado por medio del que se expresa una intensidad emocional. El sonido del canto está sujeto a normas que lo hacen agradable, musical.
Ahora bien la expresión “canto villano” resulta perturbadora en cualquiera de los dos sentidos en que puede entenderse. En efecto, como “canto desde lo villano”, la expresión nos hace pensar en algo que parece imposible; es decir que del desconcierto (villano) puede surgir la armonía (canto). Los villanos solo podrían gritar o desafinar pues carecen de la educación y el gusto para elaborar y disfrutar de la música. En el segundo sentido, de “canto a lo villano”, la expresión sugiere que es posible rendir tributo a la torpeza y la rusticidad. En cualquiera de los dos sentidos la expresión “canto villano” no debería tener un referente pues, o bien los villanos no podrían cantar o, en todo caso, no merecerían que se les cantara.
Ahora bien, Canto villano (Varela 1996:36-37) no es solo el título de un poema es también el nombre que la autora escogió para englobar el conjunto de su poesía escrita hasta 1994 (Varela 1996). Es evidente que hablar desde lo villano, o rendirle tributo, son actitudes “políticamente incorrectas”. Desafiantes de la moralidad pública que prescribe que lo villano es sinónimo de lo reprobable, de lo que no debería existir. O, en todo caso, de aquello que terminará por desaparecer si de veras lo ignoramos, si insistimos en la educación y las buenas maneras. Pero, nuevamente, he aquí una autora que reivindica lo villano.
En realidad Blanca Varela reivindica lo villano en tanto lo resignifica. En efecto, lo usa para nombrar a lo espontáneo dejando en suspenso la carga descalificadora que pende sobre el término. Entonces lo villano designa lo impulsivo no (des)calificado. Eso que aparece de pronto y sin pedir permiso. Eso que resulta sospechoso y aduanable. Eso que
"es la gana del alma
que es el cuerpo"
El canto villano es elevado y bajo al mismo tiempo, es un decir que expresa un deseo profundo, oculto y misterioso. Es una presencia que aparece súbita, sin pedir permiso.
"en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo"
Ese “magro trozo de celeste cerdo” se le aparece al pobre como un maná caído del cielo. Hace posible saciar el hambre prosaico, corporal, con un alimento milagroso. En realidad ese “magro trozo de celeste cerdo” es como un mensaje que responde a una imploración. Desde la necesidad y el vacío se implora por la vida. Y esa vida que se reclama solo puede llegar desde la apertura a la posibilidad, desde la peligrosa aceptación de lo espontáneo. Propiciar lo misterioso no tiene garantías, pues de su irrupción puede nacer tanto lo colmado y feliz como lo voraz e insatisfecho. Permitirse la villanía es riesgoso, pues es como ser un plato vacío sobre el que pueden caer manjares dulces u horrorosos.
"aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío"
Una deliberación hecha con los ojos abiertos, con conocimiento de causa, conduce a hacer la luz, a elegir un cielo rebosante. Si nos atrevemos a lo espontáneo se puede encontrar la luz y decidir por ella. Pero no se trata de la única posibilidad.
"mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos"
En esa suerte de espejo que es el plato vacío puede aparecer la culpa y el horror. En este caso abandonarse a lo espontáneo trae ese miedo que paraliza la libertad y que nos precipita en una insaciable voracidad. Ciega y flagelante.
II
La expresión “políticamente correcto” surge en la academia norteamericana. Tiene como inspiración a Lenin y su idea de una respuesta única a la pregunta sobre el qué hacer para construir un mundo mejor. El camino a una sociedad realmente equitativa empieza por tomar conciencia de nuestros propios sesgos. Debemos conocer y reformar nuestra espontaneidad. Empezando por nuestro lenguaje, por las palabras que empleamos. Si queremos referirnos a las personas que no tienen una de las dos piernas, la palabra “cojo”, por ejemplo, resulta agraviante pues está recargada de connotaciones despectivas e inhabilitantes. En cambio, “discapacitado” es un nombre correcto ya que no sanciona; solo designa sin (des)calificar. Las actitudes políticamente correctas se han abierto paso en el sentido común. Son percibidas como las más serias y morales de manera que no evidenciarlas es fuente de desprestigio.
No obstante, algo se ha perdido. Se ha pagado un precio quizá excesivo. En todo caso la corrección política suscita una resistencia que se abre paso a través del humor o también de maneras más desafiantes. En efecto, la corrección política aparece como lo insípido y lo aburrido; trasgredirla, mientras tanto, se asocia a lo sincero, a lo divertido y picante. El problema es de fondo y a él podemos llegar a través de las siguientes preguntas: ¿las cosas son como deberían? ¿En qué medida pretender que ya son como deberían ayuda al cambio, a que efectivamente lo sean?
Ciertamente las cosas no son como deberían. Hay demasiada injusticia y odio en el mundo. La corrección política llama la atención sobre este hecho y convoca a actuar. No hay que ser ignorantes, menos complacientes, con la tendencia a hacer el mal que hay en cada uno. Desde esta perspectiva, la corrección política es un movimiento educativo que propugna la toma de conciencia y la depuración de sí. Una autorreforma que implica un apropiarse y reconstruirse en un sentido conforme con los ideales democráticos.
Hasta el momento todo parece de la mejor manera. No obstante cabe preguntar si la corrección política puede pervertirse. Fundamentar un juego de poder obsceno, donde, paradójicamente, se satisfacen las pulsiones de dominio y sumisión que la propia corrección trata de combatir. Me parece que la respuesta es afirmativa, pues el discurso correcto puede propiciar, de un lado, un gusto de imponer y, del otro, un sacrificio martirizado de la espontaneidad. Entonces, el goce de mandar, de encontrar al otro en falta, de corregir, se complementa con el goce de sentirse culpable, de compadecerse por ser tan poca cosa. La corrección política deja de ser el movimiento de liberación de las diferencias al amparo del respeto al otro. La supuesta emancipación se convierte en esclavitud cuando se sataniza lo espontáneo. Hasta las fantasías son perseguidas. Entonces todo es culpa y voracidad. No se reivindica lo villano que se vuelve sinónimo de lo (auto)destructivo(1).
III
La resignificación de lo villano como lo rudo y espontáneo, ligado tanto al horror como a la esperanza, requiere ser matizada a la luz de dos hechos. El primero es que la posibilidad de hacer la luz aparece en un inicio. Y el poema culmina con la voracidad que ciega. El segundo es que entre estos caminos se intercalan diecisiete versos repartidos en cinco estrofas.
El verso “rubens cebollas lágrimas”, de la cuarta estrofa, puede leerse como aludiendo a lo artificioso, pues las lágrimas producidas por la cebolla no son las auténticas y, de otro lado, muchos asocian a Rubens con un arte banal y reiterativo, meramente esteticista, sin profundidad psicológica.
Entonces, en la cuarta estrofa, la esperanza de hacer la luz y elegir el cielo es descalificada por superficial e ilusa. De la misma manera, en las estrofas siguientes, los milagros son “negros e indigeribles”. Y la estrella de oriente, la que anuncia a los reyes magos el nacimiento de Jesús, está “emparedada”, oculta, castigada. Finalmente el hueso del amor “tan roído y tan duro” está brillando en otro plato. Pero, tanto los milagros como la estrella de oriente y el hueso del amor, existen. Lo que sucede es que no son accesibles. De pronto la voz poética constata que todo aquello que permitiría hacer la luz está allí pero fuera de su alcance.
Los milagros, la estrella de oriente y el hueso del amor: se trata de nombres que designan a lo misterioso y excepcional. De lo imposible que, sin embargo, existe. De eso que nos hace falta, adonde apunta la “la gana del alma/ que es el cuerpo”. Entonces, inalcanzable el “magro trozo de celeste cerdo”, la voz poética desfallece. Pero su situación es como la de Moisés y la tierra prometida. Le fue ofrecida y la llegó a ver pero no pudo entrar en ella. Aunque sí lo hicieron todos los que venían tras él.
Canto villano
y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato
observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla
hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío
rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas
tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente
emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato
este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo
es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne
mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea
no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos
Notas
* Este ensayo ha sido publicado antes en el libro Nadie sabe mis cosas: reflexiones en torno a la poesía de Blanca Valera, compilado por Mariela Dreyfus (Portocarrero 2007).
(1) Invito a compartir la siguiente anécdota, que es reveladora. Invitado por la Comisión Fulbright fui como profesor visitante a un college en Estados Unidos. Se trataba de una institución liberal gobernada por la coalición usual de movimientos feministas, gays y de minorías étnicas. La consigna era la tolerancia, el respeto y hasta el patrocinio de la diferencia. Los profesores nuevos fuimos convocados por el presidente del college a una sesión de bienvenida. La idea era familiarizarnos con el espíritu de la institución. Las actividades previstas discurrieron con toda normalidad. No obstante, al día siguiente me llegó una carta del presidente. Empezaba pidiendo disculpas por haberse olvidado de tratar un punto de mucha importancia. Se trataba de las relaciones entre profesores y alumnos. Estas relaciones estaban normadas de forma muy precisa. Hubo dos reglas que me llamaron la atención. La primera prohibía que profesores y alumnos pudieran tomar alcohol juntos. La segunda detallaba las condiciones en que debería desenvolverse la asesoría en las oficinas de los profesores. La puerta debería estar siempre abierta y el alumno tendría que estar más cerca de ella que el profesor. Esta comunicación me dejó perplejo. Educado en la moral católica siempre pensé que la tentación no era pecado. Claro que si “rumiamos” la fantasía la situación cambia. Estaríamos dejándonos apoderar por algo destructivo. Peor, desde luego, si pasamos a la acción. Pero en el college se nos invitaba a satanizar nuestras fantasías, a que nos veamos como monstruos peligrosos, violadores en ciernes. La moral puritana convertía en diabólica toda espontaneidad. No daba margen a la sublimación. Instauraba un ambiente represivo, miedo a sí mismo, vigilancia.
Bibliografía
PORTOCARRERO, Gonzalo
2007 “Tres aproximaciones a la poesía de Blanca Varela“. En Nadie sabe mis cosas: reflexiones en torno a la poesía de Blanca Valera (Mariela Dreyfus, comp.). Lima: Congreso del Perú.
RORTY, Richard
1998 “Trotski y las orquídeas silvestres”. En Pragmatismo y política. Barcelona: Paidós.
SAN JUAN DE LA CRUZ
2009 “San Juan de la Cruz”. En Los poetas.com. http://www.los-poetas.com/f/cruz1.htm
VARELA, Blanca
1996 Canto villano. México: Fondo de Cultura Económica. 2ª ed.
2005 El libro de barro y otros poemas. Lima: INC.
WEBER, Max
1988 El político y el científico. Madrid: Alianza.