Cuerpos de Alquiler
La economía política del sexo a través de los anuncios de "relax"
Gonzalo Portocarrero
Claudia Cáceres
Para Marx la generalización de la forma mercancía remite al desarrollo de la división social del trabajo que hace que todos seamos cada vez más dependientes del mercado para satisfacer nuestras necesidades. En el mercado las criaturas humanas nos relacionamos como propietarias de mercancías que compramos y vendemos a ciertos precios. Con el capitalismo cada vez más bienes y servicios se convierten en mercancías. Entonces así como se compran y venden casas, o se alquilan autos, de la misma manera los servicios sexuales son ofrecidos y demandados en el mercado.
No obstante el servicio sexual es una mercancía sui-generis. Se trata de un producto que implica una intimidad entre cuerpos en función del placer de quien lo compra. Es decir, el producto es el uso del cuerpo de quien vende el servicio. Y este servicio implica un ajuste de expectativas, un contrato, que norma el tiempo de su duración y las actividades a desarrollarse. Idealmente la sexualidad no debería ser una mercancía sino que tendría que inscribirse en un vínculo amoroso; o, por lo menos, en una relación consensual en la que ambas partes obtienen placer. El comercio de servicios sexuales es, entonces, objeto de una fuerte desaprobación social. No obstante, suele ser tolerado a título de “mal menor”.
Aun cuando el contrato sea totalmente explícito, el intercambio de servicios sexuales por dinero suele estar inscrito en un tejido de fantasías. Para empezar, la persona que los vende está sometida al discurso de estar efectuando una actividad que es especialmente lucrativa por ser denigrante. Entonces, ni la actividad debería ser placentera, ni el ingreso puede ser vivido como legítimo. De otro lado, la persona que los compra está también cuestionada puesto que tiene que pagar por lo que debería obtener, supuestamente, gratis, por su propio encanto. Se trata pues de una relación de complicidad, de solidaridad en la transgresión. Pero también están las fantasías representadas por los miedos y esperanzas. Miedo a las enfermedades y a la violencia. Y esperanzas en torno a una implicación en el encuentro que, eventualmente, podría llevar a la formación de una pareja estable. En esta compleja urdiembre de fantasías cada una de las partes tiene que abrirse paso.
Los servicios sexuales no son un producto homogéneo y estándarizado con un valor fijo tal como podría ser el caso, por ejemplo, del oro o cualquier otra materia prima. Ahora bien, estos precios no escapan de las leyes de la oferta y la demanda. De hecho, el mercado de servicios sexuales es bastante competitivo pues abundan los/las que los ofrecen y quienes los demandan. Puede suponerse, por tanto, que la cotización del producto ofrecido depende de sus características. Estas son básicamente dos: primero, la “calidad del cuerpo” y, segundo, “el tipo de trato”. En cualquier caso debe tenerse en cuenta que la oferta de servicios sexuales pretende seducir, crear una ilusión en el posible cliente. Entonces no se trata solo de dar una información “objetiva”, también se procura movilizar el deseo del cliente. En este sentido esta oferta (al menos mucho de ella) participa de la dinámica del discurso publicitario contemporáneo. En efecto, lo que es decisivo es vitalizar el deseo al amparo de la promesa de una satisfacción contundente.
Analicemos cada una de estas características que definen el precio del servicio. Primero, la “calidad del cuerpo”. Un cuerpo superior implica, desde luego, un precio más alto. Ese cuerpo reúne los siguientes rasgos: es joven, es blanco, es esbelto, y su rostro es lindo. Los cuerpos menos cotizados son los de mayor edad, son gordos o fofos, son mestizos y tienen rostros poco agraciados. Debe entenderse, desde luego, que estamos ante una polaridad que va de lo más deseable y caro a lo menos deseable y más barato. Entonces una piel canela puede compensarse con una figura joven y bella. O una piel blanca perder valor si corresponde a una persona mayor. Es decir, ningún rasgo en sí mismo es decisivo. Lo que importa para la cotización del uso del cuerpo es que la conjunción de los rasgos.
Segundo, el “tipo de trato”. El paquete normal incluye: “sexo oral, vaginal, poses y caricias”. No obstante hay dos tipos ideales de trato. El primero se restringe al paquete normal. No se ofrece más. El segundo, implica algún valor añadido que en algunos casos es evidente y, en otros, aparece como una promesa o insinuación poco específica. Así, por ejemplo, hay anuncios que ofrecen un “servicio completo”, o “realiza caprichitos”, o “sin límites”. Estas ofertas suelen incluir la posibilidad de sexo anal. Las insinuaciones poco específicas como “trato de pareja”, “cariñosa”, “amorosa”, “risueña”, “culta”, etc, ponen en evidencia una cierta disposición a acoger al cliente de una manera cálida. Es decir, se ofrece la posibilidad de una proximidad afectuosa y una conversación en la que se encuadraría el comercio sexual.
Lógicamente el servicio sexual más caro sería el ofrecido por un cuerpo muy deseable cubriendo todos los deseos posibles del demandante. Y el más barato fuera el brindado por cuerpos poco cotizados y restringido al paquete normal. En la página de “relax” de El Comercio los precios oscilan entre 30 soles y 200 dólares. Ahora bien en los avisos es visible una suerte de lógica de compensación. Es decir los cuerpos más deseados no ofrecen un “servicio completo”. Y, los menos cotizados, son los que, con una mayor probabilidad, brindan la posibilidad de “caprichitos” al cliente.
Los cuerpos más caros son pues jóvenes, blancos y esbeltos. Esta alta valoración debe ser explicada. El cuerpo joven es más valioso porque está “nuevo”, sus carnes firmes y turgentes convocan la fantasía de un “manjar exquisito”. De hecho toda la industria publicitaria nos enseña a fijar el deseo sexual en el cuerpo joven. La satisfacción tendría que ser contundente, equivaler a un renacimiento. Es, también, la imagen de la lolita que atrae al “lobo feroz”, que evoca el guión sádico-machista tan característico de la masculinidad. El mayor valor del cuerpo blanco puede remitirse a dos explicaciones no excluyentes. La primera tiene que ver con la relativa escasez de este tipo de cuerpos en una sociedad que es fundamentalmente mestiza. Entonces la menor oferta determina un mayor precio. De la misma manera en Suecia, por ejemplo, es probable que un cuerpo negro sea más cotizado pues la disponibilidad de tales cuerpos debe ser mucho menor en ese país. La segunda tiene que ver con una demanda muy elevada, con el hecho de que el color blanco y el pelo rubio resultan fascinantes pues ambos están asociados a lo fino-europeo-conquistador. Al modelo hegemónico de belleza. Entonces esta valoración traduce la alienación del deseo de los peruanos. Es decir, el colonialismo, el hecho de que consideremos más atractivos los rasgos que no son los propios de la mayoría del país. Juventud, blancura y finalmente, esbeltez. En el mundo globalizado, el cuerpo delgado se ha impuesto como el modelo más atractivo. Los cuerpos voluminosos ya no son elegantes. La voluptuosidad de la vedette no resulta tan atractiva como la parquedad de formas de la joven modelo.
El cuerpo delgado como el modelo más atractivo
Estos cuerpos tan valiosos, por ser jóvenes, blancos y esbeltos, son alquilados por sus dueñas. En principio, dado el carácter racista y endogámico de la sociedad peruana, ello representa una novedad. Sería esperable que las propietarias de estos cuerpos se busquen novios con características parecidas a las suyas, no para la venta furtiva de servicios sexuales sino en función de un contrato matrimonial. La existencia de esta oferta pone entonces en evidencia una movilidad social descendente. Es decir, el hecho de que mujeres jóvenes con un físico asociado a las clases privilegiadas opten por ofrecer servicios sexuales. No obstante, hay otro factor a considerar. Muchas mujeres, y también hombres, se “blanquean”. Teñirse el pelo, ponerse lentes de contacto de color azul o verde, hasta no exponerse al sol. En todos los casos se busca acercarse al patrón ideal de belleza. Entonces es posible que en muchos de los anuncios donde se ofrecen cuerpos blancos ocurra que esos cuerpos no sean tan blancos, o, en todo caso, que estén trabajados o intervenidos para parecer más blancos de lo realmente son. De allí quizá que muchos anuncios remarquen el carácter natural de los rasgos, o, en todo caso, la veracidad de los anuncios: “rubia natural”, “no miento”, “blanquísima”, “100% real”.
Cantos de sirenas: la seducción (producción) del deseo
Los anuncios de servicios sexuales insinúan un contrato en una clave que puede ser descifrada. Es decir, sugieren lo que ofrecen y lo que esperan del cliente. Entonces veamos algunos ejemplos:
Diosa UruguayaRubiecita relinda infartante tentación!! De Punta Este. c/departamento.
En este anuncio se ofrece un cuerpo de una belleza divina. Un cuerpo que subyuga al cliente como si fuera una aparición celestial. La impresión podría ser tan extraordinaria que hasta podría producir el infarto y la muerte. Se anuncia una experiencia tan intensa que es como la misma muerte. No obstante, una diosa se venera y respeta. Es más para ser vista que para ser tocada. Por tanto no se debería esperar un “servicio completo”, o la satisfacción de “caprichitos”.
Sirenita InsaciableDeliciosa muñequita (19), atrevida, sensual, c/provocativa, finísima. Tlf. XXX (larco).
En este anuncio se ofrece lo que parece imposible: un cuerpo joven y fino que está, sin embargo, dispuesto a recibir, con placer, todo pues es “insaciable”, “sensual”. Se junta entonces la atracción visual del cuerpo joven con la entera disponibilidad, típica del cuerpo menos joven. Es sintomático que la anunciante se apele “sirena” pues la sirena es el símbolo de la ”atracción mortífera”. En efecto, en la antigüedad clásica, las sirenas eran criaturas que seducían a los hombres con su canto y belleza. No obstante, después los devoraban. La sirena no es pues lo que parece, es un fraude que enloquece al hombre sensato que en un momento cede a la tentación de oír sus cantos. Por tanto podríamos sospechar que el anuncio es mentiroso. Una estrategia de marketing para captar clientes que aspiran a la belleza juvenil y, al mismo tiempo, al “servicio completo”.
GorditaSra. Sexy 42B, atiende a jóvenes, caballeros 3era edad, Dpto, videos
El aviso es transparente. Una mujer que no es joven ni tampoco bella ofrece sus servicios a jóvenes (inexpertos) y a ancianos (3era edad). Promete la exhibición de videos. Estamos ante una persona con un cuerpo poco valioso que busca clientes marginales. Alguien no muy deseable que ofrece un servicio específico que implica comprensión y paciencia.
FernanditaMuñequita risueña, medidas perfectas, realiza caprichitos, servicio completito, sin límites. Compruébame.
Este anuncio promete juventud, esbeltez y una acogida amplia. En este sentido se parece al aviso de la Sirenita. Es decir, trata de juntar lo más deseado: un cuerpo joven y bello que se presta para todo uso. Los diminutivos (Fernandita, muñequita) apuntan al “lobo feroz” del deseo masculino. No obstante, no se menciona la belleza del rostro, ni tampoco, el color de piel o de ojos. Quizá entonces su atractivo visual no es tanto y este defecto se vería compensado con la amplitud de la recepción.
GuapísimaAnabella nenita 19 añitos. Traviesa amorosa ¡Trato de pareja! c/departamento. J. María
En este aviso se convoca al lobo feroz pero, sobre todo, al caballero enamorado. En efecto, de un lado los diminutivos (nenita, añitos) movilizan la fantasía de devorar a la caperucita roja. Pero, del otro, se ofrece: juego, amor, como si el cliente fuera su pareja.
MistressBellísima, profesional, moderna. http://www.amagreta.com. Lindísimos pies, showers. Amiga.
Este anuncio apela a un público especial con deseos más refinados o perversos. En la página web indicada Amagreta revela ser una dominatrix. Los hombres que buscan ser amablemente maltratados y humillados encontrarían un paraíso en sus servicios. Ella se presenta como profesional que ofrece un “sexo gourmet”, especial.
La economía política del sexo en el mundo popular
Malcriadas del Trome
Hay muchas diferencias entre los anuncios de El Comercio, dirigidos a un público de clase media, y los que aparecen en el Trome, que están destinados al mundo popular. En un esfuerzo por precisar las diferencias habría que anotar las siguientes: A) En El Comercio se suele especificar el destinatario de la oferta de los servicios sexuales. Se menciona, típicamente, a “turistas, empresarios, caballeros exigentes”. Es decir se explícita el carácter exclusivo de la convocatoria. No es frecuente, en cambio, que se mencionen las tarifas respectivas. En el Trome ocurre todo lo opuesto. El cliente puede ser cualquiera que pueda pagar. B) Los precios son muy distintos. En El Comercio los servicios ofrecidos tienen un costo puede llegar hasta USD 200. En el Trome todos los anuncios publican las tarifas de los servicios. La mayoría cuesta 20 soles por media hora. No obstante hay hasta de 15 soles. Los más caros cuestan 40 soles. C) Los avisos del Trome remiten a teléfonos fijos y mencionan calles o avenidas (sin precisar las direcciones) situadas en los conos o, excepcionalmente, en distritos como Lince, Jesús María o San Borja. Los avisos de El Comercio remiten a números celulares e indican distritos como Miraflores, Surco, San Isidro.
Veamos ahora las diferencias y similitudes en lo que respecta a la presentación de los cuerpos. En el Trome prima el cuerpo tipo “vedette”. Formas “voluptuosas”, “despampanantes”, “espectacular”. Con frecuencia se menciona las medidas: “busto 39B”, “brasiere 42B”, “100 cms. de caderas”. O en todo caso se hace referencia a la abundancia de las formas: “piernona”, “potoncita”. No es que no haya una oferta de cuerpos esbeltos, tipo “modelo”. No obstante lo que prima, y por mucho, es la oferta de
cuerpos de amplias caderas y grandes pechos. La esbeltez no es pues muy cotizada. Esta diferencia de gustos entre la clase media y el mundo popular revela que en nuestro país no hay un “modelo hegemónico”. No resulta sencillo explicar esta situación. Más aún cuando que en el mundo popular se valora, como en la clase media, la juventud, los rasgos blancos y el pelo rubio (ni importa si teñido).
No obstante el hecho central remite al tamaño del trasero y, secundariamente, a la protuberancia de los pechos. En el diario el Trome, en la galería llamada “Las Malcriadas” es visible la predilección por enfocar el trasero de la “malcriada”, especialmente, cuando es grande y hasta descomunal, con tal de que sea firme y levantado. Este gusto puede, quizá, explicarse por la expectativa de morder. En efecto, mientras el busto evoca la ilusión de chupar, el trasero incita la idea de comer y devorar.
Ahora bien, hubo una época en que el modelo “vedette” era el más cotizado en todas partes. Jane Mansfield, Sophia Loren eran ciertamente “despampanantes” para el gusto masculino, de los años 50 y 60. No obstante, en algún momento de fines de los 60 la estética del cuerpo femenino cambió radicalmente. Quizá el hito más importante en esta transformación del gusto fue el representado por la entronización de Twiggy la esbelta modelo británica con su cuerpo casi andrógino. El cambio a la esbeltez como el ideal estético entre las mujeres puede comprenderse como parte del proceso de liberación femenina y el rechazo consiguiente a la voluptuosidad de la mujer objeto. No obstante, el cambio también ocurre entre los hombres. Quizá la razón sea en este caso la creciente valoración de la juventud y la glorificacíón del cuerpo adolescente que apenas tiene formas.
Twiggy
Otra diferencia fundamental tiene que ver con lo que podría llamarse una mayor “llaneza” de los anuncios dirigidos al mundo popular. No hay en estos anuncios diosas o sirenas. La oferta es más descarnada. Frases que podrían ser consideradas vulgares, por demasiado directas entre las clases medias, abundan en el Trome.
“Te haré todo, ven mi amor”.
“Ven, hazme tuya”
“Pídeme lo que quieras papi”
“Ven y disfrútame”
“Te haré delirar, ven papi”
Lo que estas interpelaciones tienen en común es poner al cliente en una situación de ser deseable y tener poder. Y la oferente del servicio se coloca como complaciente y subyugada. Se apela pues a una masculinidad más tradicional. El tipo de trato propuesto es que una empleada puede ofrecer a un patrón. Hecho que evidencia la vitalidad del machismo en el mundo popular.