"Madeinusa" ¿la imposibilidad del Perú?
Madeinusa vive en un pequeño poblado andino. Su existencia discurre entre el temor al padre, que la asedia sexualmente, y la ilusión de migrar a Lima. Finalmente logra liberarse y huir, aunque antes asesina a su padre y sacrifica a un inocente, Salvador. El núcleo dramático de la historia está dado por la dupla incesto-parricidio. Se trata de un núcleo común a todas las sociedades y a todas las épocas.
La problemática de fondo, los deseos incestuosos y la fantasía parricida, es universal. No obstante, suele ocurrir -es lo normal- que los conflictos familiares, basados en los deseos sexuales de padres e hijos y en las correspondientes fantasías, sean reprimidos en función de las leyes que prohíben el incesto y el asesinato. En efecto, la configuración de afectos que Freud llama el complejo de Edipo suele resolverse con la interiorización de la autoridad bajo la forma de conciencia moral. Desde luego que el bebé y el niño sobreviven en el adulto, pero mediatizados por el superyó y el propio yo de la persona.
En la película (Llosa 2005) el proceso de normalización edípica no predomina sobre las pulsiones primordiales, pues resulta que el padre no renuncia a la hija y ella asesina a su progenitor. Situaciones como esta ocurren en cualquier sociedad y época.
No obstante, exponer estos hechos representa en este caso particular una actitud crítica, ya que el film los presenta como hechos sintomáticos. Es decir, no como casualidades aisladas sino como resultados recurrentes que ponen de manifiesto la carencia de civilización y lo no fundamentado de la ley y de la autoridad. Entonces, en el film se apunta a denunciar la incapacidad de una sociedad para ordenar el trasfondo revoltoso e inconforme de la criatura humana. La clave del asunto está en que se postula que en el pueblo andino existe un “tiempo santo”, un período donde la ley queda en suspenso y todas las transgresiones son posibles sin generar culpa, ni sanción. Este “tiempo santo” abarca desde la muerte hasta la resurrección de Jesús, es decir, de viernes a domingo en la Semana Santa.
En ese período no hay autoridad y todos los deseos pueden ser actuados. Incluyendo el incesto. Son tres días que comienzan cuando a la imagen del Cristo muerto y yacente se le pone un velo que ratifica la idea de que no puede ver ni sancionar nada. Entonces se produce un descenso colectivo en la bestialidad.
Ahora bien, al inicio del drama está el deseo del padre, que es también el alcalde del pueblo. Abandonado por su esposa, que se ha ido –o fugado- a Lima, el padre está decidido a realizar su deseo de poseer a su hija. Resulta entonces que amparándose en el “tiempo santo” la autoridad pretende violar el fundamento mismo del orden social, que no es otro que la prohibición del incesto. No obstante, la hija resiste al padre y se entrega a Salvador, un joven de clase media que está casualmente en el pueblo. Madeinusa apuesta a que ese gesto produzca un vínculo, un sentido de compromiso en Salvador, que le permita dejar todo y migrar a Lima.
El plan parece marchar conforme a lo esperado, pero cuando la pareja está escapándose, ella recuerda que su padre tiene los aretes de su madre, los que le arrebató por su desobediencia. No está dispuesta a partir sin esos aretes, pues simbolizan la identificación con su madre, la autonomía de la joven. Esta pretensión de autonomía le resulta al padre tan intolerable que destruye los aretes mordiéndolos. Cuando Madeinusa los descubre rotos siente un odio mortal y, entonces, dejándose llevar por su furia asesina, envenena al padre. Pero ella no tiene un plan y cuando su crimen es descubierto ella opta por echar la culpa a Salvador, que es luego (presumiblemente) ajusticiado por la comunidad.
En el mundo retratado en el film, la ley y la cultura no logran encauzar los conflictos y pasiones primordiales de los seres humanos. Es el padre, en especial, quien no está a la altura de su papel. Entonces se nos muestra una sociedad en retroceso frente a la barbarie.
Insisto sobre el hecho de que una situación así puede producirse en cualquier lugar y época. No obstante, repito, visibilizarla tiene un propósito que en principio podría ser una crítica social, como es llamar la atención sobre un problema para trabajar sobre él. Pero este no parece ser el caso de la película, pues en la narrativa no se insinúa la posibilidad de un orden legítimo. Las fuerzas anárquicas del impulso son demasiado poderosas, por lo que tienen una licencia, al menos temporal. Es imposible lograr un orden civilizado. La autoridad no se controla ni a sí misma y, además, es eliminada aún cuando no haya logrado concretar sus sórdidos propósitos. Entonces el porvenir de esa sociedad aparece como muy problemático.
En torno a esto, hay que hacerse dos preguntas. En el mundo andino y popular ¿es recurrente el incesto? ¿Y cuál es el sentido de visibilizarlo? Respecto a la primera pregunta, por un lado, Freud decía que allí donde hay una prohibición hay un deseo. Entonces, si el incesto está tan demonizado en los Andes es porque la tentación anda por allí, rondando. La proliferación de los relatos sobre jarjachas y condenados por incesto ratifica tanto la fuerza del deseo incestuoso como la de la consiguiente prohibición. Por otro lado, sin embargo, basta con evocar la cantidad de violaciones entre parientes que se publican en los noticieros de televisión, violaciones que tienen como escenario a los pueblos jóvenes. Esta visibilización casi obsesiva ¿no tiene que ver también con la mirada ávida de escándalo de los periodistas? ¿No se trata acaso de ratificar una imagen previa del mundo popular como salvaje? Pero, ¿acaso podemos estar seguros de que el número de violaciones e incestos es menor en las clases medias?
Respecto a la segunda pregunta, sobre el sentido de visibilizar esa realidad, hay que notar que en el film no se exponen las bases para una reforma interna de las costumbres. En definitiva, ese mundo no puede redimirse de su retroceso en la animalidad del incesto. Por ello Madeinusa hace bien en fugar. La única salida es lograr la desaparición de lo que no funciona. Me cuesta trabajo aceptar que esto pueda ser así. Si ese fuera el caso ese mundo no merecería existir y fuera, por tanto, muy justo que desaparezca. Como sucedió con Sodoma. Pero, en este caso, no por el castigo de Dios sino a través de la migración y el abandono de una cultura deficitaria, preñada de salvajismo.
Según los noticieros lo mismo sucede en el mundo popular. Entonces, salvo las clases medias, todo el Perú estaría dominado por la barbarie. En el film, además, el único representante de las clases medias urbanas es injustamente asesinado por los pobladores andinos.
Madeinusa muestra un país que no es viable por la barbarie y el déficit de autoridad en el mundo popular. Quisiera creer que la película está equivocada. Pero aquello sobre lo que no me cabe duda es que el efecto práctico de Madeinusa es ahondar el abismo social. En efecto, la gente de clase media consume, otra vez, el estereotipo del mundo popular como salvaje. Y el mundo popular recibe una imagen inhabilitante de sí mismo. El mensaje entonces es que la salvación de lo arcaico está en un cambio individual que supone dejar atrás la tradición.
¿Por qué ha colocado Claudia Llosa un drama universal en el espacio sociocultural andino? Abelardo Sánchez León, en un artículo para El Comercio, dice, con todo acierto, que la campaña, donde se muestra a una criatura pobre con la leyenda de “Ese niño es también peruano, ayúdalo”, se dirige a alguien que sin duda es peruano y que generosamente ayudaría al compatriota desvalido. El otro que “también es peruano” es el niño andino al que se pretende incluir a partir de la benevolencia de los más favorecidos. De similar manera, la esposa del presidente, la señora Nores, dice que los niños andinos son muy pobres y que se debe ayudar a sus familias. Se muestra que los niños, al ser llevados en las espaldas de sus madres, absorben, en la cocina, toda clase de humos perjudiciales para su desarrollo físico e intelectual. Así, el otro no es mirado como sujeto con cultura sino como materia humana moldeable según los que ya saben: los expertos, los criollos semiglobalizados. El mundo criollo quiere transformar al andino, pues le parece salvaje, preñado de irracionalidad, una amenaza. Esa es la tarea de la educación. La república nace con ese proyecto y se piensa que ahora podría acelerarse.
No es difícil, pues, resentir la película como una infamia de los criollos pitucos que, otra vez, no entienden al país y reniegan de lo andino. Es evidente que las representaciones criollas de lo andino no son justas, culpabilizan, inhabilitan, inferiorizan. Se repiten siempre los mismos motivos: irracionalidad, arcaísmo, violencia. La “sustancia” andina no se dejaría moldear por la razón y la ley.
Pero ese mundo que pretende encarnar lo mejor, la razón y el progreso, ¿es
realmente superior? En el repertorio de los sentimientos criollos hacia los andinos, la película de Claudia Llosa resalta el horror. Su mirada está cargada de miedo. Se configura entonces el estereotipo de gente torpe y elemental que se deja llevar, periódicamente, por la locura de sus pasiones. No hay remedio para esa realidad.
Más allá de las marcas que nos son impuestas por la sociedad, todos nos
podríamos reencontrar en nuestra común individualidad humana. Pero ese
encuentro solo puede basarse en el respeto a la diferencia. Quizá,
paradójicamente, Madeinusa puede ayudar en este sentido, pues provoca la toma de conciencia acerca de nuestros prejuicios.
Claudia Llosa es una joven muy talentosa. Ojalá asuma el desafío de contar una historia similar en medio de las clases medias limeñas.
Bibliografía
LLOSA, Claudia (directora)
2005 Madeinusa [película]. Perú-España.