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Bullicioso silencio

Publicado: 2010-10-08

Texto leído en la presentación del libro "Oído en el silencio: ensayos de crítica cultural" (Ed. Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales. Lima 2010. 540 pgs.)

Quien lee el título del libro y pondera su grosor tendrá que admirarse ¡qué bullicioso puede ser el silencio! Y luego, claro, dudar, hacerse la pregunta: ¿estará tan colmado de voces y palabras? Pero frente a una reacción tan explicable tengo que aclarar que el silencio al que me refiero no es cualquier silencio. Es la inquietud que surge cuando, dejando de lado cualquier anticipación, convocamos a todas las ideas que pueden ayudar a esclarecer una perplejidad. Y dialogamos con esas ideas; desechamos algunas, admitimos provisionalmente otras; en cualquier forma, poco a poco, entretejemos un argumento. En realidad este libro es testimonio de mi pasión por el diálogo interior, por el pensamiento. Pero, igualmente, por la escritura pues el curso de la razón avanza en la medida en que se escribe, pues solo al tener esas ideas –objetivadas- delante nuestro, podemos saber si expresan realmente lo que queremos decir. Y, usualmente, se corrige muchas veces un texto, antes de darse por satisfecho. Entonces adviene un momento en que nos damos cuenta que ya está allí lo que hemos pensado.

Hasta hace poco tiempo pensar era una actividad prestigiosa. La expectativa era que el saber, de una manera u otra, regresaría sobre la vida para enriquecerla. Ahora, las cosas han cambiado, el pensar ha perdido prestigio. Surge el convencimiento de que no sirve para otra cosa que no sea atormentar inútilmente a quien se empeña en cultivarlo. No hay entonces nada verdaderamente importante que aprender y vale solo el conocimiento accionable y, sobre todo, lo entretenido. Yo mismo no escapo de estas dudas. A veces creo que, si he logrado dar los golpes de timón que me han enrumbado a una vida mejor, ello ha sido gracias al esfuerzo permanente por aclarar mi situación y mi contexto. Pero, otras veces, creo que he pensado demasiado y que tanta insistencia ha sido una mortificación inútil que ha complicado innecesariamente mi vida. Como no quiero dejar las cosas así, indefinidas, me quedó con la hipótesis de que, en el peor de los casos, al menos he disfrutado pensando y, también así, he canalizado mis energías de una manera en que no creo haber hecho daño a nadie. No obstante, esta hipótesis es quizá demasiado pesimista pues también pienso que soy parte de una colectividad que algo ha hecho para hacer avanzar el conocimiento que la sociedad peruana tiene de sí misma. Y ese esfuerzo está revertiendo en una colectividad quizá más conflictiva pero más dinámica, decididamente encaminada a una consolidación democrática.

En realidad el libro nace de mi blog. Allí fui colocando, en los últimos cinco años, distintas clases de textos. Algunos, hechos a propósito de actividades académicas como conferencias, presentaciones y clases. Otros, elaborados por el puro gusto de hacerlo, por la necesidad existencial de expresarme. En todo caso, todos estaban allí, en el blog, hasta que un día se consolidó mi propósito de publicarlos como un libro. No todos, pues calculo que han ingresado en el libro menos de un tercio de los escritos del blog. Un primer criterio para seleccionar los textos fue descartar todos los que tenían un carácter decididamente académico. Esos lo he guardado para una hipotética publicación posterior. Sucede que con este libro quería llegar a un público más amplio. De otro lado, también deseché los escritos demasiado personales; casi confesionales, que son aquellos donde trato de dialogar con mis circunstancias. Digamos que ingresaron al libro los textos que no son muy académicos, ni tampoco confidenciales.

El resultado es un conjunto muy disímil de escritos. Difieren en extensión, contenido y enfoque. Los hay de menos de una página pero también están los que tienen más de veinte. Y en materia de temas tratados prima también la variedad. La crítica literaria, el cine, la exploración de lo inconsciente, la vida cotidiana, mis propias reflexiones sobre la vida; en fin, de todo un poco. Y, por último, en lo que trata a enfoques he usado conceptos que provienen de diversas tradiciones de pensamiento como la teoría social, la filosofía y el psicoanálisis. Quizá lo que pueda permanecer constante en esta dispersión de mi esfuerzo, es un compromiso por tratar de trascender el sentido común, una lucha por vincular ideas en la perspectiva de hacer crítica cultural. Es decir, intentar discernir todo aquello que, según me parece, puede ayudarnos a una vida más fecunda. Y, lógicamente, descartar lo que nos estanca en la repetición y el tedio.

En todo caso no se trata de llegar a ninguna conclusión especial, trascendente. Por el contrario, el libro surge de la creencia de que no hay una fórmula o conjuro que nos permita una vida mejor. Toca a cada uno elaborar su propia sabiduría, su arte de vivir. No obstante, trato de compartir lo que he pensado en la ilusión de que pueda ser interesante para otros. En realidad, escribir es como un peregrinaje sin destino pues lo que importa son los aprendizajes que se puedan realizar en el camino.

Cada texto es autónomo y se puede leer aisladamente. En realidad es muy difícil e improbable que alguien lea el libro de corrido. Es demasiado extenso y variado. Lo ideal, lo que su autor recomienda, es leerlo de a pocos, cuando se tenga ganas de algo diferente.

He tratado de salir, aunque sea parcialmente, de los predios de la academia. “Oído en el silencio” no es un libro especializado. Y ello puede atraerle muchas críticas. ¿Qué hace un sociólogo escribiendo sobre asuntos sobre los que no tiene una solvencia socialmente acreditada? ¿Sabrá bien de lo que habla? ¿Qué derecho tiene para pronunciarse sobre temas tan distintos? No faltará quien piense que es la obra de un diletante. Pero la verdad es que estas presunciones no me inquietan demasiado. La diletancia suele ser sinónimo de superficialidad. Pero, a menudo, es también un calificativo que se usa desde una posición fiscalizadora. La intención es evitar la invasión de legos en un campo donde se han construido jerarquías y visibilidades que vigilan celosamente la intrusión de extraños. Entonces la etiqueta puede funcionar como medio de reprimir y descalificar a lo distinto, a lo que no entra en un molde. En realidad casi me sentiría animado a declararme un diletante si no fuera porque tengo detrás muchos años de lectura y de continuo pensamiento. No obstante, rescato de la diletancia la libertad de poder vagabundear entre los temas que vitalmente nos conciernen, guiados por el deseo de saber y experimentar, de ir acercándose a esa elusiva sabiduría que es un ideal inalcanzable.

Es evidente que, un mundo especializado, explorar temas tan diversos tiene sus riesgos. Para empezar no conocer la bibliografía específica sobre el tema, o no dominarlo en sus detalles. Es seguro que mis ensayos tienen muchas limitaciones. Pero también es cierto que toda tradición disciplinaria hace invisibles problemas que una mirada, más nutrida de las urgencias de la vida, puede identificar, articulando, acaso, juicios inesperados y sugerentes. Ojalá sea el caso de este libro.

II

El tener un blog es para mí cómo administrar un pequeño kiosko , un puesto desde donde circulan ideas y donde alguien se hace visible para dejar testimonio de cómo enfrenta la aventura humana que todos compartimos. Pero el blog ha sido también un campo de aprendizaje de la escritura. La famosa frase de Mc Luhan “el medio es el mensaje” significa en este caso que el mismo formato del blog impone un modo de escritura. Los textos deben ser breves y novedosos. La escritura tendrá que ser precisa. Purgada de inflamientos retóricos, mínima. Ir lo más lejos y de la manera más rápida, sin sacrificar la claridad, buscando siempre continuar con las preguntas, incriminar a los lectores. De otra manera los textos no se leen, y lo que uno quiere comunicar, cae en el vacío. De otro lado, el blog invita a una disciplina. Puede ser asumido como un compromiso, un proyecto de expresarse regularmente y compartir certezas e incertidumbres.

Hay gente que sigue lo que escribo en el blog. Pero es imposible tener una idea cierta del número de personas que leen lo que escribo. En todo caso, el blog registra entre 100 y 300 ingresos diarios. Cifra que significa poco pues abrir la página no equivale a explorar sus contenidos o leer algún texto.

III

Quisiera ahora, para terminar, agradecer a Cecilia, Mirko y Norma por su valor y esfuerzo para comentar un libro tan heterogéneo. Mi gratitud queda, una vez más, comprometida con ellos. También debo mencionar a Eleana Llosa pues fue en diálogos sucesivos que el libro fue tomando forma. En verdad, ella ha seleccionado o sugerido buena parte de los textos. Además efectuó también la corrección de estilo y tomó a su cargo la reconstrucción del aparato bibliográfico. Tarea, francamente, ardua, casi descomunal, pues la mayoría de las veces las citas no tenían, en los textos originales, la referencia bibliográfica precisa. Hubo que reconstruir toda la bibliografía y, sobre todo, ubicar las páginas de donde venían las citas. Esa labor la compartimos.

De otro lado debo agradecer a la artista checa Dora Cancikova pues es la autora de la carátula y de la diagramación del libro. Ella logró el milagro de hacer publicable un manuscrito que amenazaba convertirse en un imposible libro de mil páginas. Disminuyó la letra, agrandó la caja. Gracias a Dora, el libro es también un objeto estético atractivo, según me dicen quienes lo han visto.

Ahora, me corresponde agradecer a la Editorial de la Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, a su presidente, Felipe Portocarrero, y su Directora Ejecutiva, Malena Romero. Desde un inicio acogieron el proyecto, coordinando todos los esfuerzos necesarios para la culminación que hoy celebramos. Ojalá que el libro se venda y sea leído. Pero eso ya depende de los lectores. Toca a quien que se anime a navegar por sus páginas formarse su propia opinión. Claro que a mí me gustaría que se venda y, sobre todo, que abra un camino, que facilite una expresión sin miedo, que sea informada pero que también sea propia.

Finalmente, me quedan muchos otros agradecimientos, pero esos ya están señalados en el libro, o, en todo caso, la gente en referencia los conoce demasiado para reiterarlos.

Muchas gracias.


Escrito por

Gonzalo Portocarrero

Profesor de la PUCP. Ha publicado recientemente el libro "Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso".


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