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¿Regreso a la lucha de clases?

Publicado: 2011-04-03

En el panorama inicial del proceso eleccionario destacan Castañeda, Toledo y Keiko Fujimori. Castañeda tiene como respaldo su gestión como alcalde de Lima, percibida como exitosa por el 80% de la población. Es el candidato de las obras y no de las palabras. Toledo tiene a su favor el hecho de su gobierno anterior. Los precios fueron más estables, no hubo grandes escándalos y el crecimiento económico posibilitó mejoras de sueldos. Pero su capital más importante es su propia cara y su misma historia. El joven popular que logró hacerla y que pretende saber como los demás pueden llegar a compartir su éxito. Y Keiko, por supuesto, es la heredera de las simpatías que la gestión de su padre produjo entre los sectores más desfavorecidos. Un núcleo duro de 20% de votantes que agradecen a Fujimori el triunfo contra el terrorismo y las numerosas dádivas y obras públicas con las que sembró la gratitud que hoy cosecha su hija. Un voto leal que pone en cuestión el supuesto pragmatismo que muchos analistas atribuyen al mundo popular.

Muy atrás se sitúan Humala y Kuczinski. En relación a la anterior votación, Humala está en ese momento muy disminuido. El progreso económico del país es efectivo e inclina a los votantes al continuismo. Pocos quieren arriesgar lo ya logrado. De otro lado resulta claro que en 5 años nada significativo ha hecho Humala en términos de construir un partido o, si quiera, de perfilar un programa de gobierno. Por su lado Kuczynski tiene el prestigio de un técnico eficaz pero también el cuestionamiento de no estar identificado con el Perú y de estar más interesado en sus intereses que en los del país.

Este panorama cambia a mediados de enero del presente año. Kuczynski y Humala comienzan a atraer más preferencias electorales. Kuczynski logra el apoyo decidido de los sectores A y B. Su votación es la más encapsulada en términos de estrato social. Para ellos es una suerte de “mago” que por su figura y conexiones internacionales asegura una continuación acelerada del crecimiento económico. Su candidatura domina en los grandes medios de comunicación. Todo su esfuerzo se dirige a mostrar su compromiso con los pobres. Cuenta con el apoyo de Miguel Ángel Cornejo el ideólogo latinoamericano del “éxito al alcance de todos”. Entonces Kuczynski logra trascender fronteras sociales. Pero no del todo. La mayoría en el mundo popular lo siente como una presencia ajena y amenazante. El candidato de los ricos. Pese a su avance genera mucha resistencia y desconfianza. La gente que más lo apoya son las irreflexivas clases altas tan apegadas al racismo y los privilegios. En este contexto de avance de Kuczynski es que la candidatura de Humala levanta vuelo. Y el nuevo Humala no amenaza a nadie y promete todo. Cercano al pueblo, bien intencionado; joven; se presenta como un ideal que es víctima, sin embargo, de los grandes medios de comunicación que defienden a los ricos. En la versión recargada no hay nueva constitución, ni impuesto a las sobre ganancias, ni veleidades chavistas. A veces en buzo deportivo, a veces en terno; como convenga. Es muy probable que el crecimiento de Kuczynski haya impulsado las simpatías con este Humala cauto y enternecedor, que a nadie amenaza, que pretende continuar con el modelo pero añadiéndole algo más que nadie termina de saber qué es. Lo que las clases altas sienten frente a Humala, que es solo un lobo disfrazado de cordero, es lo que sienten las clases populares frente a Kuczynski.

Pese a los numerosos llamados a que las elecciones sean programáticas, que se planteen planes sensatos y coherentes, la dinámica electoral es una feria de promesas. Proliferan las ofertas a públicos específicos. Se promete duplicar los sueldos de los maestros, jubilación universal a los mayores de 65, agua potable para todos, aumento del sueldo mínimo, empleo para el 80%. Por supuesto que ante este diluvio de ilusiones el electorado es escéptico. No obstante, al público le gusta escuchar estas promesas pues son como letras de cambio que más tarde, cada sector aludido, puede tratar de cobrar. En todo caso se vota sobre todo por el candidato, por la identificación que logra despertar entre los votantes.

Y la verdad es que Kuczynski y Humala son los candidatos que despiertan más resistencias. Kuczynski no tiene la capacidad de diálogo que es necesaria en un país tan escindido y conflictivo como el nuestro. Y Humala ha devenido en un enigma. Una pura voluntad de poder que se ha desligado de sus compromisos originales, conservando, sin embargo, el aura de una identificación con el pueblo.

Humala tendrá mucho que agradecer a los partidarios de Kuczynski si logra pasar a la segunda vuelta. Y más aún si llega a la presidencia. A estas alturas de la campaña Toledo es el único candidato que puede evitar la polarización. Es quien tiene un respaldo relativamente parejo entre sectores sociales y regiones geográficas. Es la posibilidad de una gobernabilidad menos conflictiva, que no nos devuelva a la lucha de clases provocada por los supremacistas y donde medran oscuras pasiones.


Escrito por

Gonzalo Portocarrero

Profesor de la PUCP. Ha publicado recientemente el libro "Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso".


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